Bailando con el diablo [Libre]

La luna brillaba alta en el cielo, casi llena, lo que hacía que Eric Kiryan Williams prefiriese su forma lobuna para desplazarse por los bosques en busca de presas. Tal como estaba ahora. Una noche de neblina, que hacía que el cementerio pareciese más fantasmal si cabe, y un lobo negro con una marca en forma de rombo blanca en el pecho de dos metros de alto descansando entre las tumbas, con apariencia tranquila, pero siempre alerta, hacían de ese escenario bizarro, pero a su vez hermoso. El pelaje de ébano del lobo reflejaba la luz de la luna, creando visos. Eric siempre había sido un lobo solitario, por lo que esos momentos de tranquila soledad (sumados a hacerle la puñeta a la gente), eran lo único que le reportaba verdadero placer. Aun así, oyó unos pasos por entre las lápidas. Abrió el ojo bueno, azul como el mar, clavándolo en la silueta que se acercaba a él, pero que no parecía verlo gracias a la neblina. Comenzó a gruñir.

Decidió terminar con el juego y cuando la presa humana que perseguía se acercó a unas lápidas, dejo de caminar para correr y abalanzarse sobre ella. En un elegante y sofisticado movimiento, le echó la cabeza hacia atrás y le mordió en el cuello, bebiendo de la presa hasta dejarla seca. solo entonces la soltó, y la doncella cayó al suelo como un fardo. Relamiendose los restos de sangre de los labio y su contorno, se echó hacia atrás un mechón del largo cabello negro como ala de cuervo y continuó su camino, con el mismo rostro frío e inexpresivo de siempre, y con los ojos rojos refulgiendo malignamente en la oscuridad de la noche. Parecia alumbrar a su alrededor, ya que su pálida piel reflejaba la luz plateada de la luna llena. Entonces, un familiar olor le invadió la nariz. Olor a chucho. Ese olor que solo tenían dos personas en este mundo y que ambas lo irritaban por igual. Se sujetó la larga melena negra con una cinta de seda roja y miro impasible hacia la fuente del olor. esperando a que él saliese de las sombras.

La mujer a la que le estaba gruñendo echó a correr en direccion contraria, asustada, y fue a enontrar su final a manos de un mosquito impertinente. Alzó la cabeza obsevando a ese niñato tonto que tanto le tocaba la moral y la repugnante escena. Eric detestaba a los vampiros... aunque no más de lo que detestaba al resto del mundo. Vio como el vampiro escuadriñaba la oscuridad sin verlo, hasta que clavó la vista en el lugar donde estaba. Aunque parecía no haberlo visto aún. Soltó un resoplido sarcástico y se levantó. Con sus mas de dos metros de altura y su apariencia imponente y poderosa, era un rival armas tomar. Tan ágil con sus garras como con su lengua viperina.
<<Parece que estás perdiendo facultades, mosquito>> Le dijo mentalmente al vampiro Elliot Blakmoon, su viejo... conocido.

- Cierra el pico chucho. ¿estás de mal humor por qué perdiste tu hueso? pobrecito- dijo en una voz monocorde y ácida.
Dió un par de paso hacia él animal antes de apoyar la espalda en una lápida y mirar hacia la luna.
- ¿Hay novedades?

Volvió a emitir un resoplido, como riéndose. Las réplicas del vamiro le hacían gracia. Pero lo que más le hacía gracia era su actitud más fría que un polo de menta. Justo como Eric era. Lo único que el vampiro no tenía la facultad para reirse ni aunque fuera socarrona y desagradablemente, como hacía Eric. El joven lycan cería que si hubiera sido vampiro, sería como Elliot.
Afortunadamente para él y el rest del mundo, no lo era.
<<Tengo un hueso de reserva. Y, además: Soy un lobo, no tengo pico. Así que te jodes y me oyes hablar>>
Para no echarle más leña al fuego, ya que el vampiro no era muy agradable ni él tampoco, se transformó en humano, para más comodidad del vampiro y suya. El largo pelo rubio le caía en ondas a ambos lados del rostro, enmarcando una cara con unos rasgos perfectos. Estaba desnudo de cintura para abajo, descalzo. Tenía un cuerpo que toda artista deseaba dibujar: Musculoso sin pasarse, brazos fuertes y una increible tableta de chocolate. Sumada a la cicatriz que tenía en el pecho, que le daba un aire salvaje, era un perfecto ejemplo de tío bueno. Además, con sus dos metros de altura, y sus ojos bicolor, fríos y para nada amigables, daba un aspecto casi tan aterrador que su forma lobuna.
Cruzó los poderosos bazos sobre el pecho, mirando al vampiro con rostro serio.
- Sabes lo aburrida que es mi vida. ¿Y tú, tienes novedades? - Respondió con una voz ronca y masculina.

Mientras esperaba la respuesta del joven vampiro, a Eric le llegó un olor característico de un humano asustado. Giró su cabeza con parsimonia, a la par que se metía las manos en los bolsillos de los holgados pantalones negros. Pudo ver a una humana semiescondida escuchando la converación que Elliot y él hablaban. Y eso le molestó un poco. Nunca había soportado sentirse vigilado, observado. No le gustaba que la gente indagase ni controlase su vida. Quería una libertad totalmente absoluta. El simple hecho de sentirse espíado bastaba para molestar al frío lycan. Por lo que le dijo a la humana con voz cortante como un cuchillo, pero sin perder esa sensualidad que siempre estaba presente en el timbre de su voz, y su sempiterno sarcasmo:
- ¿Interesante? Pues son 10 monedas de oro.

Encogiendose de hombros, Elliot volvió la cabeza para dedicarle una mirada helada, cuando de repente se encontró con la escenita. Quitandose la capa, se la arrojó al lycan para taparlo antes de que se quedase ciego.
- Lo de siempre... aunque hay algo nuevo que te interesará- moviendosé para posicionarse mejor en la lápida noto el olor a feromonas que desprendia un cuerpo unos metros más allá. Una mujer humana. Rodó los ojos ante la respuesta de eric ( por otro lado, tan típica del lycan que ya hasta se la esperaba)
metió las manos en los bolsillos de los pantalones y se limitó a observar a la mujer con una mirada fría e inexpresiva que helaba la sangre y parecía estar muerta.